No pensaba volver a escribir críticas de películas en mi bitácora profesional, pero Woody Allen y Vittorio Storaro me han convencido de lo contrario. Es una gran película, que será estudiada con los años en las escuelas de cine. De lo contrario, esas escuelas serán una porquería. Porque es una obra de arte.
La fotografía es pura poesía visual, un trabajo excelente, en el que cada plano es un lienzo con vida propia al servicio de las emociones de los personajes. Un encuadre que puede comenzar con luz fría y tenue, y finalizar plenamente iluminado con todos cálidos. Lo de Storaro no es de Oscar; es de genuflexión.
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