Portada de Nevermind Nirvana

Educándome: sobre la innovación educativa

Es muy difícil nadar contracorriente. Sobre todo, cuando la moda de la innovación educativa ha poseído a profesionales de la docencia en busca de una metodología que seguir de forma religiosa.

Las aulas se llenan de aparatos tecnológicos, y maestros y profesores acuden a charlas y talleres formativos de unas horas, que presuntamente los van a convertir en el recopetín de la enseñanza. Se cambia el entorno, sin cambiar lo más importante, que es la actitud. Tal inercia de comportamiento es la base de su fracaso. 

Ilustración de Néstor Alonso
Ilustración de Néstor Alonso

Por lo pronto, todos deberíamos desterrar de nuestro argot el término de enseñanza, madre conceptual de la clase tradicional, en la que una autoridad sobre una determinada materia transmite a los aprendices sus conocimientos. En serio, si queremos dedicarnos a educar tenemos que asumir nuestra función de acompañamiento en el proceso de aprendizaje de los alumnos, que son los únicos que, activamente, pueden adquirir habilidades y conocimientos.

Que se organicen jornadas de innovación educativa, y los principales actores no sean los alumnos pone de manifiesto cuál es el principal enemigo a destruir por parte de los docentes: su propio ego. ¿De verdad vamos a cambiar algo dando premios al mejor maestro del año? Hay que ser cretino.

Esa egolatría es la que impide a los educadores ver que sus naufragios profesionales se deben, en gran medida, a sí mismos y al ejercicio diario de la costumbre más nefasta inventada por los humanos: la burocracia. Estándares, horarios, libros de texto, fichas, exámenes, notas… Un sinfín de idioteces que empobrecen el proceso de aprendizaje, enmarañan el trabajo diario del docente, y anulan el potencial del alumno, al que transforman en un robot de comportamiento homogéneo totalmente alejado de una actitud crítica y creativa ante la vida.

Por desgracia, los profesionales de la Función Pública son los principales adalides de estas pautas, pues suponen una garantía que les asegura el salario para toda la vida; y ejercen su presión a través de la Administración Pública, para que a los centros privados se les exijan cada vez más estupideces de esta clase. De esta forma se busca que la única diferencia entre la formación pública o privada sea la pasta.

La Constitución garantiza en teoría la libertad de educación, sin embargo la escolarización es obligatoria. Y elijas el formato que elijas (público o privado) se establecen los mismos estándares burocráticos. Probad a montar una empresa de formación. Los requisitos son demenciales.

Claro que, todos los demás, somos corresponsables de este desastre. Las bancadas del Congreso no han sido tomadas por los funcionarios (son al menos el 70%, muchos del sector educativo). Nosotros les hemos facilitado la silla. Nosotros alimentamos esta dictadura de la incompetencia. Y más nos vale ponernos las pilas, sobre todo a los padres, porque si no vamos a ver cómo el cretinismo se continúa expandiendo vía tablets gracias a la innovación educativa.

Lectura recomendada > ¿Es usted docente 1.0 que utiliza tecnologías 2.0 o 2.0 que utiliza tecnologías 1.0? de Ángel Fidalgo

Puedes dejar un comentario