¿Por qué Irán es un régimen y EEUU un estado democrático si ambos países eligen a sus gobiernos mediante elecciones y ambos tienen pena de muerte? ¿Por qué se considera que el fundamentalismo es islámico? ¿Por qué los bombardeos de Libia fueron considerados una intervención y no una invasión? ¿Por qué masacrar civiles es un daño colateral con un dron y un asesinato si es por un coche bomba?
El lenguaje se ha convertido en una herramienta mercenaria en el ejercicio diario del periodismo, hasta el punto de que debemos leer, escuchar y ver con lupa todo lo que se nos planta ante los ojos. Del mismo modo que gobiernos y parlamentos han terminado en meras comparsas de los verdaderos centros de poder (Bilderberg, trilateral), los medios de comunicación se han ido corrompiendo hasta transfigurarse en la degradada caricatura de una comadreja.
No sólo porque las editoriales, emisoras de radio y televisiones han contribuido a la administración controlada e interesada de la información (el qué contar), sino que además han empleado el lenguaje (el cómo contar) de un modo perverso, con el fin de alterar y reescribir la realidad. Abrir el periódico, sintonizar la radio o encender el televisor se han convertido en acciones tan nocivas para nosotros como ingerir a tragalaperro una botella de lejía. De modo que ahí va mi recomendación respecto a los meios: póngase a régimen; cuanto más lejos de nuestro organismo, mejor.