El pasado fin de semana tuve la oportunidad de ver dos películas antitéticas: El lobo de Wall Street y Gente en sitios. La primera, aunque graciosa y entretenida a ratos, me reportó tres horas de nadería aséptica rellenada con excesos muy ligeros y repetitivos, unas virtudes escasas por debajo de la capacidad de su director, y un relato bastante vacío. La segunda en cambio, ante la que me situé en el más absoluto de los desconocimientos, me trajo a la pantalla algo que llevaba esperando más de diez años; una buena bofetada.
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Valoraciones personales sobre el cine y la comunicación.
A régimen
¿Por qué Irán es un régimen y EEUU un estado democrático si ambos países eligen a sus gobiernos mediante elecciones y ambos tienen pena de muerte? ¿Por qué se considera que el fundamentalismo es islámico? ¿Por qué los bombardeos de Libia fueron considerados una intervención y no una invasión? ¿Por qué masacrar civiles es un daño colateral con un dron y un asesinato si es por un coche bomba?
El lenguaje se ha convertido en una herramienta mercenaria en el ejercicio diario del periodismo, hasta el punto de que debemos leer, escuchar y ver con lupa todo lo que se nos planta ante los ojos. Del mismo modo que gobiernos y parlamentos han terminado en meras comparsas de los verdaderos centros de poder (Bilderberg, trilateral), los medios de comunicación se han ido corrompiendo hasta transfigurarse en la degradada caricatura de una comadreja.
No sólo porque las editoriales, emisoras de radio y televisiones han contribuido a la administración controlada e interesada de la información (el qué contar), sino que además han empleado el lenguaje (el cómo contar) de un modo perverso, con el fin de alterar y reescribir la realidad. Abrir el periódico, sintonizar la radio o encender el televisor se han convertido en acciones tan nocivas para nosotros como ingerir a tragalaperro una botella de lejía. De modo que ahí va mi recomendación respecto a los meios: póngase a régimen; cuanto más lejos de nuestro organismo, mejor.
Periodismo de investigación
Revisando el buzón de mi correo electrónico encuentro un comunicado comercial de una universidad española que me informa de la convocatoria inminente de un seminario especializado en periodismo de investigación. Pasan los años y sigo sin entender bien el significado de este concepto. Me zambullo en la Red y en mi biblioteca personal busca de una definición que me arroje algo de luz sobre el asunto, y la mayoría de las explicaciones son muy similares a la que facilita Wikipedia; quizás porque todos conocen con exactitud el concepto, quizás porque la mayoría delega el conocimiento de las cosas en esta piedra filosofal enciclopédica.
La cuestión es que, leída toda la documentación, vuelvo en bucle a la misma reflexión: ¿existe periodismo sin investigación? Si la labor de un periodista consiste en la comunicación de información veraz, ¿cómo se puede hacer esto sin hacer las diligencias necesarias para descubrir el origen de los hechos, sean de la naturaleza que sean? No entiendo que se pueda ser periodista sin investigar, como no entiendo que se pueda ser panadero sin hacer pan. No me entra en la cabeza.